Todo estaba a punto para la gran noche de Santiago, mi ciudad; unos fuegos del Apóstol esperadísimos, y de repente, todo se truncó para siempre. Un tren a toda velocidad terminaba con la vida, el futuro y las ilusiones de decenas de personas que querían o debían acercarse a Galicia.
La solidaridad, el instinto de supervivencia y el afán de ayudar hicieron el resto, y todo se convirtió en una grandísima cadena humana remando en la misma dirección, todos a una. Ya no quedan sonrisas, ni el jaleo, ni el sonido propio de la fiesta, hoy sentimos nuestro semblante, nuestro corazón y el alma rotos de dolor y pena, tanto por los conocidos, como por los desconocidos que desde anoche forman ya parte de nuestras vidas.
No puedo decir nada, un beso
ResponderEliminarLa verdad es que fue terrible... no hay palabras para describir tanto dolor... cuando menos te lo esperas, todo se acaba!
ResponderEliminarUn saludo.
ha sido terrible.mucho animo
ResponderEliminarbesitos
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